lunes, 24 de enero de 2011

Ritmo ruidoso esencial: la cultura en estrofas

Mauricio Ramos
 
En cuanto a la cultura no hay nada que ocurra que no nos de en la cara. Todo está imbricado, la mutua contaminación es esencial, la cultura nos interpela a pesar nuestro, la cultura lo es todo y sin contención, no hay para donde correr, si antes la palabra cultura era cosa de tono aristocrático, hoy igual forma parte de la bolsa de palomitas, de la barbie malibú o una revista porno.  Si Goebbels decía que cuando oía la palabra cultura llevaba la mano a su revolver, hoy cuando se escucha la palabra pensamiento, todo mundo lleva la mano a su cultura. Mientras no sea cosa de animales que viven silvestres o parajes sin invadir por centros turísticos, todo lo demás se trata de cultura.
            Epicuro decía que antes de ver algo lo oímos, deseamos las cosas más por lo que hemos escuchado de ellas que por ellas mismas. Los que diseminan la cultura, separan la paja del trigo para luego distribuir la paja, a nosotros solo nos queda tomar lo que podamos. A pesar de las mejores intenciones crecemos con Reader’s Digest, comics adictivos, películas esplendorosas y por supuesto con música, para empezar a desear de oídas a la cultura.
            Las primeras respuestas a la confusión adolescente tuvieron consuelo en canciones que por lo menos nos hacían pensar a algunos de nosotros que no estábamos solos en el desconcierto. Melancolía a flor de letra, mensajes terminales, ironía contra el triunfalismo, sinfonías electrónicas para hablar de lo poco que nos quedaba, estrofas contra la barbarie sofisticada, versos de mal agüero, oscuras efervescencias de los mal avenidos que con los tiempos.
Algunas de nuestras formaciones musicales nos llevaron por el camino de la luz, no necesitamos los avisos de desviación de los grandes discursos premonitorios de la postmodernidad.  Dimos por hecho que así eran las cosas en este mundo gracias a los versos a toda velocidad, a las estrofas a boca de jarro, a las canciones sin anestesia; poca corrección, mucho que decir; la adolescencia atiborrada de cultura popular llevaba como calcomanía mensajes anexos sospechosos, suspicaces y perspicaces.  Verso tras verso supuraba el disgusto, la mala fama de la civilización no era gratuita, su corbata resultó muy pesada, sólo un promisorio aditamento para acabar colgándose de algún gancho, la civilización apareció tecnócrata y gutural, todavía demasiado judeo cristiana como para poder ser simpática, todavía demasiado masoquista y orgullosa de sus cicatrices.
            La racionalidad entraba a escena dislocada, algunos de nosotros la encontramos ya fúnebre, nunca la conocimos con buena fama, ya la inteligencia a secas olía mal, era calculadora y en cualquier momento nos podía traicionar. Si hacemos inventario de la barbarie del siglo XX no hay nada por qué levantar la frente. No hay motivo para discriminar a nadie, tenemos líderes imbéciles, ideologías caníbales, rutinas autistas, por qué menospreciar a los limitados de mente, el mundo podría ser de ellos, y probablemente no sería peor. Hasta ahora parece que podríamos sobrevivir comunicándonos con monosílabos y gruñidos, en un mundo de lenguaje binario, individualista y enamorado del televisor…

Mongoloide, él era un mongoloide
Un cromosoma de más
Mongoloide él era un mongoloide
Él decidía lo que quería ver
Y él usaba un sombrero
Y él tenía un trabajo
Y él llevaba tocino a casa
Y de eso nadie se daba cuenta.
                                                  Devo

La evolución parecía estacionada, época de conservadurismo y puritanos, era como el imperio de la muñeca barbie, plástica, sensual y perversa.  Somos los  mismos monos de siempre, el mismo dedo oponible, omnívoro, territorial, agresivo, celoso, depredador, carnicero, pero hoy con energía atómica disponible, una bonita antesala del Apocalipsis.   

Todos los hombres mono,
en trajes de negocios,
maestros y críticos
danzando flatulentos
No somos hombres
Somos Devo

Y nos descubrimos medievales, los políticos iban al astrólogo y algunos despertaban por la mañana con un repentino sentido de misión. Los elegidos de Dios asesinos caminaban por todas partes, sin razón y con pasión se mezclaba la ciencia ficción y la Biblia, el viejo cristianismo se apiñaba en tecnicismo, cientificismos y ciencia ficción. La ciencia a veces sólo aderezaba y daba voz  a las supersticiones, daba notas buenas a las perversiones y permitía que sonaran profesionales los prejuicios. 

Sr. Kamidaze, Sr. ADN
El es un altruista pervertido
Sr. Kamikaze. Sr. ADN
Está aquí para esparcir algunos genes.
                                                                Devo

El cultivo de la reluciente individualidad occidental nos dejó solos y atrofiados para relacionarnos, y los peor de todo, orgullosos de ello. La superficie fría de un aparato eléctrico resulto asunto de intimidad, qué diferencia hay entre la piel y el silicón. Tiempo en que los afectos se codifican como sistemas de transacción, el pedigrí se comprueba por medio de códigos de barras, las estadísticas y la psicometría son las mejores orientaciones para planear nuestro futuro.

Sabes que odio preguntar,
Pero, ¿son “nuestros amigos eléctricos”?
Los míos se rompieron,
y ahora no tengo a nadie a quién amar.
                                                                 Gary Numan

Todo tipo de relación entra en el canon de la conveniencia, se deben calcular pérdidas y ganancias, sacar lo invertido. Consumidores consumados consumidos, la religión, la política son mercancías. Si tienen dinero para pagar, el alma se encuentra en un curso de autoayuda y superación.  Dime qué es el espíritu y te diré cuánto vale… 

Tu sueño futuro es un esquema de compras.
                                                                       Sex pistols

En un mundo de rechinidos de máquinas fabriles y registradoras, a lo más que podemos aspirar es a ser un diente de engranaje, sustituible y reciclable, y claro, todavía hay quien da las gracias por ello…

Es un mundo competitivo, todo cuenta en la larga suma.
                                                                                   Depeche mode

Por supuesto hay algo que nos hace sentir revuelto el estómago, tal vez es que sospechamos de que aquí no hay nada que hacer, nada que decir, nada que sentir. El problema no es que no nos pertenezca nada, si no que en realidad ya no pertenecemos a nada. El problema no es el nihilismo, si no el que ya no podamos hablar con emoción sobre él…

Cuando no hay futuro
¿Cómo puede haber pecado?
Somos las flores en el cubo de basura,
somos el veneno en tu máquina humana,
somos el futuro, tu futuro.
                                          Sex pistols

Y ya no podemos disentir, nos gusta demasiado nuestra vida acolchonada, qué haríamos sin nuestros muebles ergonómicos y los asientos blandos, sin la sobreacumulación de lo que sea. Todos los vicios ahora son enfermedades y de nada tenemos la culpa, estamos puerilizados, no soportamos la frustración…

Las turbinas se rompieron
Los edificios se congelaron,
El sistema se cayó
¿Qué podemos hacer?
                                     Ultravox

Vamos por ir, hacemos por hacer, la inercia es la reina de este mundo, y es que la repetición incesante domestica el hábito, es el amo del bien y el mal. Las costumbres pueden ayudarnos a ahorrar luz y energía, sólo por moda decimos que nos gusta la aventura, porque ante la menor sensación de lo impredecible, quisiéramos volver al líquido amniótico…

Temprano relucientes para sus carreras diarias
Para ir a ninguna parte.
                                       Tears for fears

Una consigna romántica cuestiona el progreso, ¿en verdad el tiempo es para mejorar?, es tal vez autocomplaciente e ingenuo pensar que día a día somos mejores, tal vez sólo exacerbamos los defectos y las miserias. La modorra y la autocompasión son progresivas pero no progresistas, aquí Kant sí tenía razón, la felicidad hay que merecerla.  

Por lejos que vallamos,
Por viejos que seamos,
Por más que sepamos,
Menos mostramos…
                                 The Cure

La indiferencia otra vez, la indolencia vuelve por sus fueros, todo ya lo habíamos visto antes, ya es mucho que seamos capaces de fingir, de reproducir caras de preocupación, para algo nos entrenan las caricaturas. Para mostrar los sentimiento desatados tenemos días y maneras prescritos, qué haríamos sin la navidad y sus presiones. Todos tenemos algo del señor Meursault, de El extranjero de Camus, frente a una realidad que no nos necesita, no tenemos otra salida que la abulia…

Puedo regresar y alejarme
O puedo disparar el arma
Contemplando el cielo
Contemplando el sol
Lo que sea que escoja
Al final es lo mismo
Absolutamente nada.
                                              The Cure

Sacrificados en el altar de la apatía.
Debes despertar de tu sueño
Por que los mansos heredarán la tierra…
Pero a seis pies de profundidad
Abre tus ojos y mira las mentiras frente a ti.
                                                            The lords of the new church


Dios también tiene su papel, por lo menos para que podamos decir que no está, por supuesto la velocidad lenta de la negación muestra que no podemos cortar de tajo, es pues una estrategia terapéutica. Poco a poco se desazolva el mundo de lo que le sobra, pero Dios es vengativo y emerge en el amor loco y suicida, en la angustia existencial, en la soledad, en la desesperación. Hay demasiada oquedad cotidiana donde todavía cabe Dios, hay demasiada incertidumbre y vulnerabilidad a flor de piel, para no requerir de algún refugio…   

El rey ha muerto
Y larga vida a la gente que mira más allá
Todas las cosas simples nunca entendidas
Como los derechos del mal y el error de la bondad negadora
Que nunca hayas sido tocado por la mentira
Que no haya respuestas en el cielo.
                                                      Echo and the bunnymen

¿Tú hiciste la enfermedad, y el diamante azul?
¿Hiciste a la humanidad después de que nosotros te hicimos a ti?
¡Y al diablo también!
                                    XTC

La idea es no caer en la seducción del aburrimiento, la idea ya la defendía Spinoza, se trata del connatus, persistir en el ser, no caer en estado zombie a la primera provocación, no dejarse llevar por la soñolencia, o por snob ya no sorprenderse por nada, la dejadez es morirse, ir a la deriva es poco interesante.  La cuestión es simple, quien en esto cae muestra voluntad de víctima, es venal, fácilmente abordable, está rogando que lo convenzan de algo, lo que sea, amará a quien le lave el cerebro, busca ser redimido, convencido, reclutado…

Ejerce tus derechos básicos
Podríamos construir una obra
De los ladrillos de la vergüenza podríamos construir la esperanza
                                                                        Depeche mode

Somos disfuncionales, jubilosa situación experimental que tiene que reinventar el mundo entero. Pareciéramos estar en el limbo, en el purgatorio, que igual es un lobby, un lounge, un mientras tanto, situación liminal entre lo lleno y lo vacío. Acostumbrados a la incertidumbre y a los pasatiempos, ya no esperamos nada. 
            Lo mejor de todo es que la música se reproduce. Como el mal sabor persiste, se mantienen las voces que cantan acerca de lo mismo. Para júbilo de los que crecimos con esa manada de grupos y secuencias de estados de ánimo, nunca ha habido silencio. El mal sabor de boca de los tiempos tiene sus catarsis, sus desahogos en estrofas de descontento y desaliento.



             




domingo, 23 de enero de 2011

LOS CIBERAUTISTAS

                                                                                                                              Mauricio Ramos

Sonrojarnos ante una imagen que nos habla, enamorarnos en un instante gracias a la fibra óptica, es un acontecimiento técnico de factura milagrosa. Sólo la mirada autista no ve este prodigio desplegado, derramado a gran escala y sin remordimientos sobre todo espacio y sector productivo. Lo mágico es cosa de una tecla, podemos desatar acontecimientos encadenados y rotundos aun mientras estamos soñolientos y sin ánimo.
         Tecnológicos y con ímpetus industriosos, lo queremos todo al instante, sin medida y con exceso. Las posibilidades técnicas nos han abierto el mundo, no hay horizontes infranqueables, ni cosas que no se puedan tocar, muy al contrario, lo sacro y lo secreto se examinan quirúrgicamente hasta que queden exhibidos a grados íntimos.  Una condición de la nueva sensibilidad, es que esta no encuentra objeción para adentrarse voyeurista en todo lo que se proponga, manipula las cosas en todas sus fibras, examina con obsesión lo que antes era imposible imaginar, deshace entre sus manos lo intocable.
         Una vez probada la multiplicidad y la velocidad, ya no hay nada que nos satisfaga,  lo bello, lo bueno y lo verdadero nos parecen demasiado poco, son fórmulas puras que se ven mejor en plena promiscuidad, ambiguas y confusas entre la aglomeración y el tráfico de ideas. El cenit y el nadir son límites disparatados que se diluyen, reglas precarias que mueren de abulia cuando son sobrepasados por la cantidad y la producción en serie. Ante la velocidad y la eficiencia tecnológica, no nos queda más que postrarnos, nos permite acceder sin inhibiciones y festivos a la superproducción de información que fluye etérea y ubicua igual que un dios.
         Los flujos electrónicos son el artificio de las grandes cosas, lo que mueve al mundo no se ve, sólo se manifiesta. Al instante y con un guiño movilizamos recursos, alteramos el orden universal o condenamos vidas. Qué mayor gozo místico que lo que mueva al mundo sea sólo energía, que lograda espiritualidad soñó con hacer aparecer a voluntad sus alucinaciones en imágenes de alta fidelidad y en sonoridad magnificada. La maquina ha prescindido de la máquina para convertirse en hondas etéreas y pulsaciones eléctricas.
         Los insignificantes chips son el alma del mundo, lo movilizan hasta exprimir sus santuarios, comprimen sus misterios hasta dejarlo exhausto.  La tecnología reluciente hoy es un resplandor espiritual, de categoría mitológica.
         Nunca antes nuestros pechos habían sido tan colmados con todos los sabores, nunca el delirio había sido algo tan doméstico. En el ciberespacio los excesos ya no se diferencian de lo rutinario, lo exagerado pronto se convierte en un juego común, completamente predecible y monótono. Lo alternativo o marginal es página Web hecha logo, lista para deslavarse por uso indiscriminado. Cualquier reto es un asunto ligero, cualquier límite pura retención religiosa. Las prohibiciones fueron siempre humor negro, las convicciones formas de escapismo.
         Los cibernautas pueden declarar lo que sea sin consecuencias, nada que se pueda decir es reprobable, cualquier conjuro cósmico es indoloro, muere al poco rato en medio de la indiferencia. Hoy todo puede expresarse sin que cause mayor estrago, cualquier prohibición es pueril, la exageración es anticuada. Las estridencias verbales se pueden desatar sin que levante polvo, la acidez de las palabras a nadie queman.
         Frente a un interlocutor virtual, no hacen falta las presencias, sólo las elocuencias.  Vagar sin rumbo es el placer onanista de última generación, deambular desatado entre los sistemas de información, sin largas esperas o expectativas postergadas es privilegio de quien vive bajo tensión. El texto es cuerpo ausente, palabra que corre y es propiedad comunal. El signo es impersonal, no hay autor o pronto se olvida.  Que la palabra vaya instantánea sin mayor preámbulo, es el privilegio del esquizofrénico contemporáneo.
         La nueva virtud es la velocidad, los cibernautas soportan cada vez menos la calma y la nitidez, se requieren flujos de información que vayan y vengan intermitentes. Nadie quiere detalles ni los aguanta mucho tiempo, porque siempre esperan el siguiente paso, sorpresivo y desechable.
         En el ciberespacio, no hace falta gran elocuencia, sólo la capacidad de consternar.  Ni siquiera la torpeza comunicativa es una disfunción, es el carácter mismo de la comunicación. Un balbuceo preciso es suficiente, ¿para qué las grandes frases si se dice lo mismo con un ademán?  Un código simple puede conmovernos hasta el llanto, el silencio mismo puede ser solemne en la espera.
         La prosa breve que dice en código y en pocas notas, retribuye poco a la literatura y fomenta la inexpresividad, pero esa comunicación minimalista y monosilábica es para muchos la coronación del lenguaje. El verbo resumido en fórmulas y protocolos breves, no es una objeción contra su poder, un lenguaje codificado puede decir todo lo que necesita. Si la sabiduría es ahora información, y el tiempo se mide según escalas monetarias, las expresiones profundos y de largos alcances retribuyen poco y exigen demasiado. 
         No hay otra opción más que navegar en las redes y acomodarse según los itinerarios del espacio virtual. Los artificios técnicos no son en sí mismos las causas de los Apocalipsis, no destruyen sistemáticamente las neuronas, ni carcomen la creatividad.  Pueden ser herramientas que acolchonen la vida e inviten al sopor de la comodidad, pero no se muestran especialmente destructivos. Lo que ocurre es que siempre estamos rogando porque algo nos seduzca, raciones mayores de liviandad y complacencia, prótesis mágicas que sustituyan a los músculos, efectismo visuales con calidad cimematográfica, escaparates que lo ofrezcan todo, al mismo tiempo y sobrecargado.
         En la red abierta de la internet, pareciera ser una ley el querer sin necesitar y el necesitar sin querer, es el consumismo desbocado del usuario anónimo, que fluye en plan de gula.  Sea por amor o por dinero es un disparate desconectarse, sea por mercancías o por interrelacionarse, vale la pena morir sobreestimulados.
         La frivolidad verbal o la superficialidad retórica no nacieron en la red,  siempre hemos simplificado el lenguaje y nos gustan las alusiones mudas. Lo que tememos es hacernos insensibles, que llegue el momento que nos baste el interruptor y el monitor para satisfacer nuestras pulsiones básicas, que experimentando la simplicidad emocional con que nos relacionamos a través de la máquina, terminemos como apéndice de un sistema interconectado en infinitas redes, igual que en una pesadilla totalitaria.